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El Servicio de Nutrición y Dietética ofrece un plan nutricional frente a la inflamación, un factor asociado a patologías cardiovasculares, diabetes mellitus, artritis, obesidad o cáncer

La inflamación es una respuesta del sistema inmune a un daño en el organismo. Al detectar elementos dañinos, como microorganismos patógenos, sustancias químicas, etc., el sistema inmune puede defenderse y reparar estos daños. Cuando el agente dañino desaparece y se resuelve el perjuicio causado, la inflamación desaparece también, no siendo esta, por lo tanto, perjudicial en sí misma.

 

El problema surge cuando la respuesta inflamatoria se mantiene en el tiempo y se siguen movilizando células del sistema inmune para luchar contra la amenaza mientras se mantiene la producción de sustancias proinflamatorias. Es este caso, los tejidos pueden verse afectados y dar lugar al desarrollo de patologías. 

 

Inmaculada Ortiz de la Cruz, especialista en Nutrición Humana y Dietética del Servicio de Nutrición y Dietética de Hospital San José, explica aspectos que relacionan dieta e inflamación.

 

 

¿Qué factores pueden desencadenar la inflamación crónica? 

 

La presencia de inflamación crónica en el organismo se ha asociado a diferentes patologías: enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus, artritis, obesidad y cáncer, entre otras. A menudo, la inflamación crónica es consecuencia de la aparición de estas enfermedades; sin embargo, la inflamación persistente también puede favorecer su desarrollo.

 

Otras causas que predisponen a la inflamación y oxidación del organismo son el hábito tabáquico, el estrés mantenido durante un largo periodo de tiempo, y la falta de sueño y descanso.


También, se ha observado que algunas sustancias que pueden estar presentes en la dieta, están relacionadas de manera directa o indirecta con la inflamación crónica. Algunas de ellas son los cereales, harinas y azúcares refinados, las grasas saturadas y trans, así como el déficit de micronutrientes y antioxidantes. Este tipo de sustancias suelen encontrarse, como sabemos, en alimentos muy procesados, bollería industrial y bebidas gaseosas, carnes rojas y embutidos, entre otros. Además, todos ellos favorecen la acumulación de grasa y pueden alterar la respuesta insulínica, que influye directamente en el desarrollo de la inflamación. 

 

¿Cómo está relacionada la obesidad con la inflamación? 

 

La obesidad es una de las enfermedades asociadas a la inflamación. Esta patología se caracteriza por la acumulación de grasa en el organismo. Este exceso de grasa hace que cambie la composición del tejido adiposo y se liberen sustancias proinflamatorias.

 

Adicionalmente, en muchos casos, la obesidad se atribuye a una mala alimentación y al sedentarismo, entre otros factores. Todo ello, favorece a su vez la inflamación. 

 

¿Es posible mejorar la inflamación con la alimentación?

 

Sí, la inflamación crónica se puede modular o mejorar con la dieta e, incluso, se puede ayudar a prevenir su desarrollo y el de otras enfermedades.


Es cierto que algunos nutrientes destacan por su actividad antiinflamatoria. Por ejemplo, algunas vitaminas (C, D, A), minerales como el hierro o selenio, los polifenoles y antioxidantes, que mantienen el equilibrio de la oxidación propia del organismo. También los ácidos grasos omega -3 y la fibra. Algunas especias, como la cúrcuma o la pimienta, parecen estar relacionadas, asimismo, con la antiinflamación. 

 

Sin embargo, lo más recomendable es adecuar la dieta de forma que se integren todos estos nutrientes y estén presentes todos los grupos de alimentos. De esta manera, se podrán evitar las carencias y el déficit de nutrientes y, a su vez, alimentos poco saludables que contienen sustancias proinflamatorias. 

 

Una manera más o menos sencilla de llevarlo a cabo es intentar adherirse a la dieta mediterránea, porque incluye una variedad de alimentos ricos en nutrientes que favorecen la antiinflamación. Aquí, se incluyen las frutas, especialmente los cítricos; las verduras, sobretodo las crucíferas, como el brócoli o verduras de hoja verde; los pescados grasos, por su alto contenido en ácidos grasos omega-3, como el salmón o los boquerones, así como los cereales y granos enteros, cuyo aporte de fibra es superior a los refinados. También, el alto contenido en polifenoles del aceite de oliva, se relacionan con la antioxidación, antiinflamación y otros efectos beneficiosos. 

 

Es decir, mejorando algunos aspectos de la dieta se puede revertir el estado proinflamatorio del organismo y, de igual manera, mejorar otros aspectos de la salud. Para ello, seguir pautas nutricionales personalizadas por parte de profesionales titulados en Nutrición y Dietética, supone una gran ayuda para nuestros pacientes.

 

¿Existen otras estrategias para revertir la inflamación? 

 

Junto con la dieta, una forma de mejorar y controlar la inflamación es a través del ejercicio físico, pues contribuye a controlar la glucosa en sangre, la reducción de grasa, a mejorar la salud cardiovascular, a modular correctamente el estrés oxidativo y al control de las células del sistema inmune. 

 

Además, es aconsejable mejorar los hábitos comentados anteriormente: evitar el tabaco, pues contiene sustancias que oxidan y deterioran el organismo favoreciendo la inflamación; mejorar los patrones de sueño y dormir las horas necesarias para el correcto descanso del organismo y para la correcta reparación de los tejidos, y la gestión del estrés y, en consecuencia, del cortisol.