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El número de personas atendidas por alergias en consulta “crece sin parar” y el diagnóstico, especialmente en el caso de los niños, debe realizarse cuanto antes para evitar síntomas que pueden afectar a su salud y calidad de vida

El doctor Bassam Hammad, médico especialista del Servicio de Alergología de Hospital San José, con una larga e importante trayectoria profesional, advierte que el número de personas atendidas por alergias en consulta “crece sin parar” y que el diagnóstico, especialmente en el caso de los niños, debe realizarse cuanto antes para evitar síntomas que pueden afectar a su salud y calidad de vida 

 

 

El aumento de casos generalizado de alergias se asocia a una serie de factores externos como el cambio climático, con temperaturas cada vez más cálidas, periodos de polinización más largos y aumento de la contaminación atmosférica; también, se relaciona con hábitos alimentarios y el descenso del consumo de frutas y verduras a favor de productos procesados, o con hábitos de higiene y una menor exposición a los gérmenes, lo que hace que el sistema inmunitario no se desarrolle adecuadamente.

 

Alergias más habituales y sus síntomas

 

La alergia es una enfermedad heterogénea de etiología diversa. La reacción alérgica pone en marcha una respuesta inmunológica que se manifiesta en diversos órganos del cuerpo. Los grupos de alérgenos que pueden considerarse más habituales son los siguientes:

 

Polen. Las partículas que provienen de árboles, gramíneas y arbustos pueden provocar alergia. Es un tipo de afección estacional vinculada a los periodos de polinización. Algunos de sus síntomas son conjuntivitis alérgica (con lagrimeo, sequedad ocular, picor, enrojecimiento y, en casos más graves, edema parpebral), rinitis e incluso sinusitis crónica. Pueden producir otitis media serosa y asma bronquial polínico, según el tamaño del polen. Los de pequeño tamaño afectan al órgano de choque de las vías altas y, los de mayor tamaño, a los bronquios y vías bajas.

 

Ácaros. Los ácaros, como su nombre indica (dermatophagoides), son depuradores de piel humana y se alimentan de ella. Esta subclase de arácnidos, de entre 0,1 y 0,5 milímetros está presente en el ambiente de nuestras casas, en colchones, almohadas, sábanas, sofás, etc. Los ácaros se alimentan principalmente de células muertas de la piel humana y animal. Su presencia es muy importante en Canarias, pues necesitan una temperatura óptima de 20 a 30 grados y un alto grado de humedad, en torno al 80%. La alergia a los ácaros produce generalmente rinoconjuntivitis y asma e, incluso otitis media serosa de tipo alérgica, siendo patologías muy frecuentes en Canarias, que afectan especialmente a los niños.

 

Hongos. Los hongos o mohos producen esporas que se dispersan en la atmósfera y pueden causar reacciones alérgicas. Se desarrollan en ambientes cálidos y húmedos, tanto en espacios cerrados como abiertos. Los pacientes afectados por esta alergia suelen presentar síntomas como estornudos, dificultad respiratoria o conjuntivitis.

 

Animales. Determinadas sustancias procedentes de la piel, el pelo o la saliva de algunos animales producen reacciones alérgicas. Mascotas como perros, gatos o hámsteres generan este tipo de alérgenos, que causan problemas respiratorios en forma de rinitis, conjuntivitis o asma.

 

Alimentos. Alimentos como el plátano, el kiwi, el melocotón, los frutos secos (nueces, almendras, avellanas, anacardos…), la leche de vaca, el huevo o el marisco, entre otros, pueden producir alergia y manifestarse con síntomas muy variados:  respiratorios, como asma, tos o rinitis; digestivos, como vómitos o dolor abdominal, o cutáneos, como edema o dermatitis atópica. Además, las alergias alimentarias pueden provocar reacciones anafilácticas, es decir, reacciones alérgicas repentinas, generalizadas, potencialmente graves y con riesgo de muerte. Asimismo, determinados alimentos como la leche, el huevo, la soja y el pollo pueden causar esofagitis eosinofílica, con dificultad en la deglución y el paso del bolo alimenticio. 

 

Medicamentos.  Fármacos e inyecciones inoculables que contienen antiinflamatorios, corticoides, analgésicos y ciertos antibióticos pueden producir reacciones alérgicas, con síntomas como urticaria, sarpullido o fiebre y, en casos graves, reacción anafiláctica.

 

Picaduras de insectos. Factores externos, como el cambio climático, generan la proliferación de insectos invasores, agresivos, cuyas picaduras pueden producir síntomas diversos. Los himenópteros, como avispas, abejorros y abejas, generan la mayor parte de reacciones alérgicas, caracterizadas por enrojecimiento, urticaria, hinchazón de la lengua, la garganta o de otras partes del cuerpo, náuseas, vómitos o diarrea y, en casos graves, anafilaxia.

 

Plantas, productos y sustancias. El contacto de la piel con ciertas plantas, como las ortigas; con tejidos sintéticos, como el látex, y con derivados del caucho, o con productos como detergentes, etc., puede causar la irritación de la piel y provocar eccema atópico, eccema alérgico, dermatitis de contacto y diversas enfermedades dermatológicas.

 

Diagnóstico del paciente con alergia

 

La historia clínica es un elemento fundamental para el diagnóstico de la alergia, pues recoge antecedentes personales y familiares, medicación que toma el paciente e información básica que hay que tener en cuenta. 

 

A partir de la historia clínica, se realizan pruebas ‘in vivo’ (test cutáneo) y pruebas ‘in vitro’ para su análisis en laboratorio.

 

Prueba cutánea (prick-tests e intradermorreacción): su objetivo es el de reproducir en la piel la reacción inflamatoria y detectar la sustancia que la produce. Ofrece resultados inmediatos (unos 15 minutos) y mide las reacciones fisiológicas del paciente frente a los alérgenos que se consideran responsables de la alergia.

 

Prueba ‘in vitro’: esta prueba, realizada en laboratorio, permite determinar el grado de sensibilización del paciente mediante la detección de anticuerpos de alergia en sangre. También, permite determinar los valores de otras moléculas implicadas en las reacciones alérgicas.

 

Tratamiento de la alergia

 

Profilaxis. La primera medida y más eficaz es evitar el contacto con el alérgeno. Para ello, se dan recomendaciones concretas al paciente sobre cómo actuar, por ejemplo, en relación a la limpieza de la casa y uso de productos químicos, sprays, etc., lo que es especialmente importante en el caso de padecer rinitis, asma o dermatitis. 

 

Medicamentos. El primer tratamiento farmacológico para reducir el picor y los síntomas de la alergia pasa por la administración de antihistamínicos. Se emplean en casos de asma, rinitis, urticaria, etc. Los corticoides, usados en crema y, en casos determinados por vía oral o intramuscular, se aplican principalmente para las alergias dermatológicas. En casos graves de anafilaxia, el tratamiento pasa por la inyección de adrenalina de forma inmediata antes de acudir al centro hospitalario. Los pacientes con riesgo de presentar anafilaxia deben llevar siempre consigo un autoinyector de adrenalina.

 

Inmunoterapia.La vacuna está indicada para personas a quienes la alergia afecta a su calidad de vida. La vacuna se hace personalizada para cada paciente, pues incluye los alérgenos específicos para su caso. Se administra por vía subcutánea (inyección) o por vía sublingual, con una pauta establecida, lo que permite tolerar la dosis máxima eficaz y, con ello, el aumento de la tolerancia inmunológica alergénica, con la consiguiente mejoría clínica.

 

Fármacos biológicos. Estos fármacos incluyen anticuerpos monoclonales, muy útiles en el tratamiento de patologías como el asma bronquial grave, la urticaria crónica, la dermatitis atópica severa o el síndrome de la triada ASA (alergia a la aspirina, a la rinitis y asma intrínseco), cuando el tratamiento con corticoides no es efectivo. Su uso ha cambiado drásticamente el tratamiento de las enfermedades alérgicas.